Josefina

Josefina es el nombre de la almohada de mi pequeño Alejandro, y que lo ha hecho vivir las más hermosas aventuras y hacer realidad los más hermosos sueños.

Compré a Josefina cuando aún no había pensado tener un hijo, la compré para que me acompañara en mis viajes a la playa y fuera el sostén de mi cabeza cada vez que tomaba el sol, tumbada en la ardiente arena de alguna hermosa playa de mi linda Costa Rica.

Durante cuatro años viví junto a Josefina y mis amigas inseparables, aventura tras aventura, conociendo lugares y admirando bellos paisajes, aventuras que conté a mi hijo en versión intantil, para hacer de sus noches un hermoso viaje al mundo de los sueños.

Cuando mi hijo nació, Josefina llegó a ocupar un dulce espacio en su cunita, cuando fue creciendo fue Josefina quien sirvió de reposo ya no a mi cabeza, sino a la de mi dulce niño. Hasta la fecha, Alejandro no se va a dormir sin su adorada almohada azul.

Josefina y el cangrejo rojo

María tomaba el sol sobre la arena blanca, una arena llena de hermosos caracoles de miles de colores:  rojos, azules, violetas, amarillos, verdes, naranjas y de todas las formas que tú amiguito y amiguita, te puedas imaginar:
largos, cortos, redondeados, triangulares, cuando de pronto sintió un pequeño dolor en su dedo gordo del pie, y de un salto se levantó sacudiendo con miedo y fuerza ambos pies, como quien huye de un hormiguero.


Algo rojo salió volando por los aires a poca distancia de ella, se acercó para mirar y se sorprendió al descrubrir que era un hermoso cangrejo asustado tanto como ella, tal parece que en su afán de esconderse de algo o alguien se había agarrado de su dedo para sostenerse mientras abría un hoyo en la arena bajo su pie.
Ambos se miraron con temor y sorpresa, el cangrejo no muy confiado dio un pequeño salto hacia atrás mientras miraba a la niña de grandes ojos azules, quien a su vez lo miraba a él con asombro.

El cangrejo aclaró su voz y le dijo a María:

-Lo siento, no quería asustarte, pero yo también estoy muy asustado porque en el mar me acabo de topar con una criatura gris y enorme, con dientes muy afilados, que quiere comerse todo lo que se encuentra a su paso y yo no quiero ser su cena.
-¿De que hablas pequeño cangrejo rojo?, dijo la niña, ¿cuál animal viste y por qué tuviste que agarrarte de mi de mi dedo  gordo?, que aún me duele un poco, gimió la pequeña.

El cangrejo volvió a disculparse y acercándose a María le acarició con su teñaza el dedito regordete de su pie.

-¿Ves donde está toda aquella gente mirando hacia el mar?, pues ahí un enorme cocodrilo rompió la boya y pasó a este lado del mar, todos han tenido que agarrar sus salvavidas y pelotas de playa y nadar a salvo hasta la arena.
-¿Y por qué crees que ese cocodrilo hizo eso? ¿por qué ha cruzado los límites y se ha acercado hasta la playa?

-Tiene hambre, contestó el cangrejo, el río en el que vive está contaminado por tanta basura y químicos que el hombre ha arrojado en él. Los peces y otras especies marinas, de las cuales el cocodrilo se alimenta han muerto o si han tenido suerte de sobrevivir han nadado hacia otras aguas más seguras y limpias.
-¡Oh, pobre cocodrilo! ¡Pero no debes preocuparte cangrejito rojo!
-Horacio, dijo el cangrejo.   Horacio es mi nombre.
-Horacio, dijo la niña, aquí donde nos encontramos estamos seguros, es más, para que dejes de temblar como lo haces y mientras esperamos para ver que sucede con el cocodrilo, te prestaré a mi querida almohada Josefina para que te tranquilices y descanses sobre ella.

Horacio miró a María con sus enormes y no muy confiados ojos color miel  y acercándose le sonrió.  La pequeña lo tomó entre sus pequeñas manos y lo depositó sobre la almohada de color azul.

Poco a poco el cangrejo se fue quedando dormido sobre la suave Josefina, y por su sonrisa se diría que soñando cosas hermosas.  Mientras a al distancia, el cocodrilo era rescatado de la playa por un grupo de guarda parques, quienes lo llevarían a un refugio cercano.

María se dedicó a jugar con sus amiguitos a la pelota y mientras los niños reína, el cangrejito soñaba que volaba en una suave nube, en un hermoso día de sol y cielo de un azul intenso.

El cangrejito Horacio en sus sueños había olvidado que allá abajo existía una amenaza, un cocodrilo con enormes dientes afilados, ese recuerdo lo hizo despertar de golpe y cuando abrió sus ojos no pudo evitar pegar un enorme salto al encontrarse con unos ojos azules, como el cielo que había soñado, y que lo miraban con gran asombro.

-¿Has descansado cangrejito?, peguntó la niña.
-Si, respondió Horacio, pero he despertado con un gran susto al recordar al enorme animal en la playa.
-Ya no temas amiguito, le dijo María, ya puedes regresar al mar.  El cocodrilo ha sido llevado a un refugio para naimales y ya no será un peligro ni para ti, ni para nosotros.

Con gran felicidad y cuidado, el cangrejo agarró con sus tenazas la mano de María y estampó sobre ella un gran beso de agradecimiento, con ternura se volvió para abrazar a Josefina, la almohada, que le había servido de refugio y protección.

-El cangrejito le dijo a María antes de partir, no olvides que debemos cuidar los recursos naturales que aún tenemos, y eso solo lo podemos hacer trabajando juntos,  sembrando muchos árboles y no tirando basura a los ríos y playas.

La niña le prometió que así lo haría y le contaría a sus amigos de la escuela lo que había sucedido con el cocodrilo gris y por qué se había convertido en un peligro para los humanos.Todo porque le habíamos destruído su hogar y no tenía nada que comer.

Presuroso, el cangrejo corrió hacia el mar, pero antes de internarse en sus profundidades, agitó una de sus tenazas hacia María en señal de despedida.

Y como decía mi mamá, colorín colorado este cuento se ha acabo.

Buenas noches Alejandro.......




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